Siete años

Dicen que cada siete años hay un cambio de ciclo. Quizá sea cierto, y cada vez sean menos las veces que tengamos que recordarnos que no podemos enviarte un mensaje. Aunque sigas motivando tantas preguntas y tu ausencia todavía ocupe tanto espacio y tiempo.

Han pasado siete años también desde que empezamos, y toca un cambio de rumbo. Involuntario, abrupto, incierto, inevitable. Ahora tenemos las esperanzas de un futuro posible guardadas en cajas cerradas con cinta aislante y cartulinas rotuladas: monos y gatos, protocolos, tés. Ojalá volvamos a abrirlas. En enero haremos el rito de transición a una nueva etapa. No queremos despedirnos, y ésta es la mejor promesa.

Nos alegramos tanto de los nuevos caminos de las tres mosqueteras… Llegarán donde quieran. Hay que ser muy valiente para decidir ser feliz. Que sean felices siempre (y las veamos crecer, como el jardinero).

La gente bonita que llegó nos ayuda a mantener otras cajas abiertas. Recoger la cosecha no será fácil, pero sabremos. Fuimos capaces de arar cuando era un desierto, sembramos juntas y regamos gotita a gotita, con todo el mimo. Ahora también podremos, e iremos guardando nuevas semillas, ya vamos viendo.

El camino es la meta, nos lo explicaste. Seguiremos caminando en zigzag, disfrutando los pasos, viviendo en implícito y pensando en mandarte todos los mensajes.