Cuatro años

Han pasado varios lustros desde hace un año. El mundo se puso del revés y se nos ordenaron las prioridades de golpe.

En lo cotidiano tuvimos que reinventarnos, y las familias volvieron a sorprendernos con su generosidad. Quizá no fue sensato que nos empeñáramos en mantener el rumbo en mitad de la tempestad y el miedo, pero creo que habrías dicho que había que seguir pedaleando para no caernos, que era nuestro compromiso. Cuando alrededor todo son arenas movedizas, es necesario sostenerse en alguna certeza.

Otra que nos grabaste a fuego es que la ilusión es el motor de cualquier proyecto.

Era tan fácil antes… cuando todo eran principios, cuando no había balances de cuentas con criterios absurdos, ni calendarios-Damocles que amenazan a otros, cuando ser justos era partir una tarta imaginaria en porciones exactamente iguales, y esperábamos juntos a ver si germinaba la semilla. Ahora tenemos montones de macetas… y un ejército maravilloso de jardineros.

Ahora es más difícil, pero más bonito. Hemos llegado lejos, aunque sigamos con la L en la espalda y el camino por delante sea mucho más largo. Ahora podemos pensar en crecer, para seguir andando. Y mirar para atrás para ver lo evidente: que el chocolate de los viernes tenía propiedades mágicas (como el Spanish wine de los jueves, qué sabia eres); que a veces no queda otra que explicitar, aunque haya que inventar palabras y reglas nuevas; que estamos los que queremos estar, durante todo el tiempo que queramos (ya no nos cabe más echar de menos); y que la llamita de la ilusión hay que avivarla juntos -con mascarilla y todo-.

“(…) the same sense of awe at the miracles of nature, the same feeling of excitement at new challenges, the same appetite for adventure”.