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Cinco años es demasiado tiempo y, sin embargo, el tiempo sin ti ha pesado tanto que parece que hayan sido muchos más. Continuamos tratando de buscar en tus palabras las claves para seguir; ahora que volvemos a comenzar, ahora que tenemos que cuidar a quienes, de entre todos los guiones, eligieron éste y así hicieron posible que pudiéramos llegar hasta aquí.
Fuiste la mejor mentora. Uno de tus discípulos más aventajados resumió en diez principios lo que le enseñaste sobre en qué consiste ser un buen mentor*. Quizá en tres de ellos se condensen todos los demás:
- “Ser mentor es una responsabilidad solemne, que debemos tomar muy seriamente, porque el acto, en apariencia rutinario, de aceptar estudiantes en nuestros laboratorios, puede transformar completamente sus vidas.”
- “Debemos dejar que los estudiantes elijan un tema de investigación que les apasione, porque sólo esa pasión les va a permitir disfrutar de la investigación.”
- “Para inspirar a los demás a aprender cosas nuevas es imprescindible que tú mismo seas un aprendiz curioso, capaz de sentir inspiración, a lo largo de toda tu vida.”
De nuevo, tenías razón. Transformaste muchas vidas con esos mensajes rutinarios de aceptación. También han cambiado nuestras vidas las personas que han venido, algunas para quedarse, otras, para acompañarnos una parte del camino, que ha sido mucho mejor porque ellas estaban. Tratamos de que todo el mundo pueda llegar a apasionarse y seguimos intentando aprender cada día. Cada día, sigues inspirándonos y recordándonos que tenemos el trabajo más bonito del mundo.